Desde mediados de mayo, Cuba comenzó una operación llamada «intervención sanitaria» en la que planea vacunar de forma masiva a la población con dos de las dosis en las que científicos cubanos han estado trabajando desde inicios de la pandemia.
«Son la Soberana 02 y la Abdala. Vamos por las casas primero para preguntar quién se la quiere poner. Es un proceso voluntario en el que se firma un consentimiento. Comenzamos con el personal de salud y luego vamos siguiendo con poblaciones de riesgo», explicó una enfermera vía telefónica a BBC Mundo.
Según datos de medios oficiales, hasta el pasado viernes, más de 1 millón de cubanos (casi el 10% de la población) habían recibido al menos una dosis (de tres) de los candidatos vacunales que se han comenzado a distribuir en la isla.
Cuba es el primer país del continente en el que se aplica a la población una «vacuna» que (todavía) no lo es. Soberana 02 y Abdala (producidas por el Instituto Finlay y el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, respectivamente) comenzaron a utilizarse sin que hayan sido aprobadas y registradas por una agencia reguladora (no cuentan siquiera con una «autorización de emergencia»). Además no se conocen datos de su efectividad ni resultados de la última fase de sus estudios clínicos.






