lunes, 3 noviembre, 2025

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Existe una fábula atribuida a Esopo, la del «pastorcito y el lobo». Aunque es muy conocida, bien vale refrescarla.

Un pastorcito aburrido en el monte con su rebaño decide jugarle una broma a los aldeanos. Un día baja del monte a la aldea gritando que vio un lobo. Los aldeanos suben corriendo para ayudarlo pero se encuentran, entre risas del pastorcito, con que en el monte no hay lobo. El pastorcito repite la broma otro día y allí vuelven los de la aldea a subir al monte par asistirlo, pero nuevamente no hay rastros de ningún lobo, sólo las risas del pastorcito. Finalmente un día se le aparece el lobo. Desesperado baja al pueblo a buscar ayuda pero los aldeanos, cansados de sus bromas, no suben al monte y el pastor se queda sin rebaño.

Algo parecido estaría ocurriendo con el pico de contagio. Empezamos la cuarentena un 20 de marzo porque se esperaba que el lobo bajase a la aldea a fin de mes. Luego, gracias a que permanecimos encerrados, el lobo no olió carne y postergó su aparición para principios de mayo. Y así fue como a cada vencimiento del plazo de cuarentena, la aparición del hambriento lobo se fue corriendo y el encierro perpetuando.

Ayer sábado, el Presidente de la aldea dispuso prorrogar la prohibición de circulación (salvo casos esenciales) hasta el 7 de junio porque se prevé que el lobo haga su feroz entrada en escena a fines de ese mes. El lobo no llega y en este caso es a la inversa que en la fábula: los aldeanos quieren dejar el pueblo y poder subir al monte.

¡Tantas veces prometieron que el lobo estaba a la vuelta del mes y doblamos el mes y el lupo brilló por su ausencia! A 65 días de encierro (que serán 79 al 7 de junio cuando venza el nuevo período) los aldeanos empezaron a mirar por la ventana y a dudar de que realmente el lobo esté por bajar del monte para comérselos a todos. Otros comenzaron a exigir que el gobierno de la aldea busque otra forma de hacer que el lobo no baje, pero que los dejen salir. Los más incrédulos dudan de que exista un lobo.

Lo cierto es que en la aldea hay movimientos y los aldeanos, cansados de tanto encierro y falsas premoniciones , empiezan a estar inquietos. Y no hay nada peor para una sociedad que tiene que unirse en pos de un objetivo común, que sus integrantes dejen de creer en ese objetivo.

Si el lobo no baja a la aldea a fines de junio, se tendrán que tomar otras medidas porque será muy difícil para el gobierno seguir manteniendo a los aldeanos dentro de sus casas por más que el lobo sí exista y esté acechando.