sábado, 27 julio, 2024

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Desde hace ya varios meses que estamos asistiendo a un mundo distinto el cual nos resultaba absolutamente desconocido. No me refiero a toda la parafernalia que se armó en torno al coronavirus, con cierre de fronteras, cuarentenas, barbijos, etc. etc . etc. Esas son cuestiones de los humanos.

El mundo distinto que se nos presenta tiene que ver con la naturaleza. Un planeta en el cual los humanos dieron un paso al costado y los lugares por los que los «sapiens» solían estar fueron ocupados tímidamente – apenas por unos momentos – por la fauna del lugar. Fauna que, por otro lado y excluyendo a especies trasplantadas, fue la legítima dueña de esos territorios.

Antes fueron los animales los desplazados de valles y praderas hacia el interior de los bosques, las montañas o directamente pasaron a convertirse en especies extintas. Hoy son los humanos los desplazados hacia el interior de sus casas y es la fauna la que vuelve sobre territorios que fueron suyos.

Les debe haber parecido raro a los ciervos que bajaron del bosque y recorrieron San Martín de los Andes trotar sobre calles de cemento, o a los visones que corretearon por Ushuaia, hacerlo rodeadas de construcciones. Ni qué hablar de la serpiente que apareció en Puerto Madero, acostumbrada a arrastrarse por pajonales. También hemos visto delfines «fosforescentes», ballenas en puertos a los que hace años no entran por el ir y venir de los barcos y patos en los canales de Venecia.

Si así es un lindo planeta, sin los humanos hubiera sido más lindo aún. No existirían las grandes construcciones arquitectónicas: palacios, rascacielos, castillos, puentes romanos, catedrales góticas, jardines colgantes, barrios cerrados, canales artificiales. No habría habido guerras, bombas atómicas, satélites en el espacio, centrales nucleares. Tampoco las obras de arte o la música, cosas que la naturaleza, de todas formas, nos regala a diario en sus paisajes y sus sonidos.

El planeta tendría más selvas, más colores, más mariposas, más aves, más, más cielo, más agua limpia en ríos y océanos, más peces, más ballenas. La Tierra tendría más naturaleza, esa contra la cual nos ensañamos día a día.

Aprendamos de lo que estamos experimentando. La gran bola azul es mejor si nos hacemos un poco a un lado.